miércoles, 12 de junio de 2013

In Memoriam

No he querido escribir antes, tampoco he podido.
Quisiera que mis palabras fuesen las más bellas y profundas de todas las que jamás haya utilizado para hablar de algo o alguien, pero no me sale.
El dolor se cuela de fuera adentro y vuelve a salir por cada poro de mi piel para volver a apuñalar mi corazón.
Mi padre se ha ido. Ha luchado con uñas y dientes contra su enfermedad, lo ha hecho hasta el final, haciendo planes de futuro para tener un objetivo, pero la muerte le ha ganado.
Es en estos momentos en los que me gustaría tener fe, creer que de verdad está en un lugar mejor. Pero sinceramente, la fe la perdí hace miles de años, cuando quise que los hechos hablasen por si solos y tampoco creo que exista un lugar mejor que no sea junto a nosotros, sus hijos, sus nietos, su mujer, su vida.
Se ha ido y nos ha dejado un vacío abismal. Se ha roto una pieza fundamental de todo un engranaje y ahora debemos reorganizarnos para que la máquina siga funcionando.
La pena lo invade todo atrofiando mi alma, mi cerebro y me deja sin capacidad para reaccionar.
Y su imagen acapara toda mi atención mientras mi conciencia me grita que debo salir de ahí. Que debo reaccionar, que se lo debo a mi propia vida, a mis hijos, a todo lo que me queda por delante.
Pero el cuerpo se niega a moverse.
Tengo miedo de que pase el tiempo, cada minuto sin él es una espina clavada.
Tengo miedo a que el tiempo se detenga porque la ausencia se enquista.
Soy consciente de que tengo que reponerme a ésto, que todo pasará y que mi padre formará parte de mi memoria, de mi historia vital. Llegará el día en el que habré incorporado la tristeza de su pérdida a mi vida y podré caminar con ello. Pero de momento, se me hace terrible, injusto, brutal, sangrante.
Mi padre se ha ido y no hay retorno.
Irreversible, irrecuperable, eterno... palabras que taladran mis pensamientos cuando abro los ojos al amanecer y cuando los cierro cada noche.
El 5 de junio cambió mi vida para siempre. Hay un antes y un después, y en el resultado de este demudar de piel, estaré yo, llevando un aprendizaje a mis espaldas, sacando nuevos matices e incluso cosas buenas. Pero no me gusta el precio que se le ha puesto a esta experiencia vital.
Necesitaba a mi padre en mi vida y aún no sé cómo podré manejarme en este mundo sin él a mi lado.
Sé que lo haré, pero hoy por hoy sólo me apetece llorarle.