viernes, 31 de julio de 2009

APRENDEMOS MÁS DE LOS ACIERTOS QUE DE LOS ERRORES

Que sí, que sí que lo he leído hoy en el periódico. La noticia sobre la investigación está recogida en El País y os la dejo aquí:

Las células del cerebro implicadas en la memoria y el aprendizaje tienen una respuesta más atinada cuando el individuo tiene un acierto que cuando comete un error, en cuyo caso apenas hay cambios neuronales y, por tanto, no mejora su comportamiento. Quizá sea la explicación neurológica profunda de algo tan común como caer una y otra vez en el mismo error, comentan los científicos del Massachusetts Institute of Technology (MIT, en EE UU) que han hecho los experimentos. Earl K. Miller y sus colegas cuentan en la revista Neuron que han obtenido instantáneas del proceso de aprendizaje en el cerebro. En ellas observan en tiempo real cómo la célula cambia su respuesta a partir de la información acerca de una acción correctamente ejecutada o no.

"Mostramos cómo las neuronas reaccionan ante un comportamiento exitoso o fallido", dice Miller. En el primer caso, cuando hay éxito, las células se ajustan mejor a lo que el animal está aprendiendo, mientras que tras un fallo no hay apenas cambio, si es que hay alguno, ni mejora el comportamiento. El objetivo de la investigación es conocer mejor los mecanismos neuronales relacionando la información del entorno con la plasticidad de las neuronas o, lo que es lo mismo, la capacidad de cambio cerebral en respuesta a la experiencia."...


martes, 21 de julio de 2009

ES MI RESPONSABILIDAD

Reconozco que soy una persona que aprende sobre la marcha y que aún aprende mucho más tanto de mis errores como de los ajenos.
Desde que nació Daniel he dado grandes pasos y también me he equivocado muchas veces. En ocasiones echo la vista atrás y sé que de tener un hijo ahora, cambiaría algunas cosas. La primera, intentaría alargar el periodo de lactancia, por razones laborales me tiraba fuera de casa 12 horas y aunque intenté mantener la leche, poco a poco se fue hasta que desistí, este periodo de retirada coincidió con la incorporación de nuevos alimentos a la dieta de mi hijo y quizá fue la excusa para tirar la toalla y dar la lactancia por finiquitada. La segunda cosa que cambiaría sería mis momentos de sueño junto a él. En seguida le pasamos a su cuna y también pronto durmió en su habitación. Nuestra casa es pequeña y la distancia entre habitaciones es irrisoria, así que casi estamos piel con piel, pero no es lo mismo. El nene nunca fue llorón ni se despertó durante la noche, pero aún así, ahora intentaría otra forma de dormir. Lo que sí hice fue tenerlo conmigo durante mucho tiempo, en brazos, en la mochila, en la pashmina... él vió el mundo subido a mi la mayor parte del tiempo y eso me encanta recordarlo.
Por otro lado y como ya os he mencionado, estuve largas horas fuera de casa. Con apenas tres meses de vida, hice caso omiso a mi baja por maternidad y me incorporé al trabajo. Por aquella época pensé que dejarle con su padre a esa edad estaba más que justificado: desde mi trabajo recibía presiones para volver antes de cumplir la baja. Recuerdo los siguientes meses a mi incorporación laboral como un suplicio, me dolía en el alma dejar a mi peque, verle crecer desde cierta distancia me hacía daño. Tengo que decir que duré en el trabajo cuatro meses más, después busqué algo con mejor horario y más cerca de casa. De esta experiencia aprendí que nada vale más que el tiempo con tu hijo.
Durante mucho tiempo pude disfrutar de él, de las rutinas diarias de llevarle a la casa de niños en la que pasaba 3 horas, hacerle la comida, verle dormir la siesta, dar paseos tranquilamente, los juegos compartidos. Le vi crecer y progresar día a día justo en ese periodo de vida donde todo son cambios.
Según hemos avanzado en nuestra convivencia juntos he ido percatándome de lo que es realmente importante para nosotros. A veces y según las circunstancias he vuelto a retomar pequeños errores. Me he dejado llevar por las prisas dejando en segundo lugar a Daniel, a veces le he dejado de escuchar porque llegaba tarde al trabajo, a veces no he disfrutado del baño con él porque tenía que hacer la cena, a veces le he dado un grito porque ese día no me ha ido bien... sé que estas cosas pasan, que así es la vida y que no siempre se tiene el autocontrol más absoluto para no cometer errores, pero no quiero que este modo de vida nos dé los motivos que necesitamos para excusarnos cuando no somos los mejores padres.
Hace tres días la noticia sobre la muerte de un niño porque a su madre se le olvidó llevarle a la guardería después de haber tenido un pequeño accidente con otro conductor, volvió a hacerme retomar estas reflexiones. Resumiendo la situación, se dieron las condiciones suficientes para que una madre se olvidase a su hijo dentro del coche en pleno verano durante horas... no entro en detalles sobre cómo se debe sentir ella ahora. Lo que sí sé es que este modo de vida, donde todo va a contrarreloj, donde el tiempo parece engullirte y el estrés te aprisiona, no nos ayuda a criar a nuestros hijos con la calidad de vida que se merecen. Estos hijos que serán el pilar de otra sociedad futura y que si no lo hacemos bien pueden suceder cosas como que un grupo de niños de 13 años violen a otra menor u ocurran otras atrocidades. Yo me siento responsable de la educación que le doy a mi hijo e intento hacerlo bien por él, pero también por lo que él pueda aportar en el mundo que le toque vivir. Y en mi ingenuidad pienso, que si lo que pueda aportar sirve para mejorar algo en su entorno, mejor que mejor.

miércoles, 15 de julio de 2009

Necesito...

...Un corazón nuevo para volver a reencontrarte,
una nueva esperanza para volver a creerte.
Necesito,
una nueva piel que no te recuerde,
un nuevo aliento para desearte.
Necesito,
una nueva mente que no te reconozca,
un nuevo camino donde buscarte.
Necesito,
nuevos ojos que no tengan tu imagen en su retina,
nuevos sonidos donde tu voz no esté,
Necesito,
un nuevo hogar sin olor de café por la mañana,
un nuevo respiro.
Necesito...
un nuevo tú y una nueva yo.

miércoles, 8 de julio de 2009

SE ABRE EL TELÓN



Parece que en estos tiempos que corren nos mola que todo se televise: muertes en directo, funerales en directo... nuestras ansias de espectáculo se alimentan con las lágrimas vertidas en las peleas en vivo, con el dolor de una pérdida insuperable, con la cara de un violador abucheado por las masas y la voz en off de la madre de la víctima o de la misma víctima violada, con el rumor de la sed justicia porque los delicuentes salen en libertad por ser menores de edad...

Nuestra sangre fluye a más velocidad al ver en pantalla cómo el resto está peor que nosotros y las penas brillan con los colores más brillantes del monitor si la gente está destrozada o sin ganas de vivir. La adrenalina se dispara si el humo de un incendio es más negro que el carbón o si los habitantes de los edificios saltan al vacío en un intento desesperado por salvarse.

Da igual si se trata de un niño al que han secuestrado y no ha aparecido nunca más, da igual si es ese anciano al que han abandonado en la gasolinera... Tiene que mascarse la tragedia y nos tienen que informar minuto a minuto de su desarrollo. Por encima de la esencia del ser humano, están las audiencias. Y da igual porque se televisará en pantalla grande a cualquiera, incluso a ese hombre al que su padre apalizaba de pequeño y se quedó anclado en una infancia y queriendo ser como "Jesucristo", según sus palabras, y por eso los niños se "acercaban" a él.

El espectáculo está servido, preparen las palomitas para el show más inagotable del mundo: las miserias del ser humano.

miércoles, 1 de julio de 2009

FELICIDADES SIEMPRE Y FELIZ TODA LA VIDA

El peque cumple 4 años.
Recuerdo lo primeros instantes de su vida junto a nosotros, su olor a agua templada con sal, su sueño, su calor, su pelo, su piel.
Hoy es un día especial porque me recuerda los momentos previos al parto, el día que pasamos las horas en la sala de dilatación. Pero desde luego, desde que llegó a mi vida, cada día es mágico.
Daniel consigue hacerme llorar, reir y emocionarme todo en el mismo segundo.
Me da charlas sobre el mundo y su percepción de las cosas.
Me enseña a jugar.
Me abre a la imaginación sin medida.
Me da motivos para ejercitar una paciencia infinita.
Me ayuda a mejorar como persona.
Hace que me cuestione muchas de tantas cosas que ya tenía casi aprendidas de memoria.
Él es el impulso que hace moverme cuando no tengo fuerzas.
Su sonrisa amplia y sin peros,
sus ojos brillantes,
sus brazos abiertos.
Su querer incondicional,
su personalidad,
su carcajada diaria,
su juego,
...
Hoy es su cumpleaños, uno más de tantos que espero pasar junto a él.
Desde hace cuatro años, soy un poco más yo,
y desde luego, mucho más feliz.