Hoy he perdido el sueño a eso de las cuatro de la mañana. Estuve dormitando en el sofá junto con mis dos pequeñajos hasta muy entrada la noche y tras despertarme, todos nos fuimos a la cama.
Pero se me fueron las ganas de dormir.
La madrugada ha sido una gran confidente a lo largo de mis años de juventud: me recuerdo escribiendo los más sentidos fragmentos de mi vida a esas horas, o estudiando con la radio de fondo.
Ahora, es difícil no aprovechar la noche para dormir, al día siguiente he de estar lo suficientemente despejada como para atender a mis pequeñajos y estar al 100% de mis capacidades para disfrutarles sin tener mala cara.
Sinceramente, necesitaba una madrugada como ésta.
He estado sola en casa, con los niños adormilados dejando un cómodo espacio entre mis obligaciones y mi persona y mil pensamientos para poner en orden.
Y he de concluir, que siento que en todo este tiempo pasado, una densa bruma ha ocupado mi cerebro tanto, que ha obnubilado mis ojos.
Quiero ponerle fin al cuentacuentos de mi cabeza al que solo se le ocurren las más tristes historias con las que llorar compungidamente. A veces, en un pequeño atisbo de lucidez, siento que la pena se diluye y que retomo la fuerza que antaño me movilizaba, pero cuando vuelvo al sueño y despierto, noto que lo que queda es el miedo:
Miedo a lo efímero de la vida y terror al no saber cuánto de efímero va a ser la mía o la de los que amo, miedo al dolor, miedo al futuro incierto.
Sin embargo, hoy y contra todo pronóstico, la fuerza ha regresado y se ha quedado junto a mi almohada hasta caer rendida contra ella y también la he visto al abrir los ojos mientras amanecía ya. No sé cuánto se dignará a permanecer a mi lado, pero mientras esté, mientras me de la mano y me haga apretar los dientes con coraje, aprovecharé el día sin preguntarle cuándo se irá y sin lanzarle súplicas al mañana.
Hoy la bruma espesa ha dejado algo de paso a la cordura y estoy deseosa de ponerme en marcha.
1 comentario:
Es el jetlag que producen los crios, la vida, el crecer que es inevitable... como todo lo realmente importante en esta vida, lo cura el tiempo.
Un supersaludo
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