lunes, 18 de enero de 2010

EL DOLOR AJENO

Mi padre me cuenta a menudo historias de cuando mi hermano y yo éramos niños y nunca me canso de escuchar de su boca esos pequeños fragmentos de mi infancia, de ésos de los que yo ni me acuerdo porque no me daba la edad.
Él me recuerda a menudo una anécdota que por curioso que parezca, sí recuerdo como si fuera ayer.
Yo tendría tres años y fuimos a visitar a un amigo, o un familiar de mis abuelos, no sé muy bien... Le pillamos a punto de irse al cementerio ya que aquel día era el aniversario de la muerte de su mujer, así que mis padres decidieron acompañarle. Recuerdo a ese viejito llevar las flores en una mano y un cubo con una esponja en la otra y también recuerdo cómo el hombre se acercaba a la sepultura de su mujer, le dejaba las flores y lentamente limpiaba la lápida. Por un momento se detuvo, besó su mano y la puso encima del mármol... y le ví llorar. Me acerqué a él y en mi ingenuidad de niña pequeña le dije "no llores, que mi padre dice que los hombres no lloran", también le recuerdo sonreirme y acariciarme la cabeza. Eso me conmovió profundamente.
Nunca he soportado el dolor en los demás. De verdad, me duele profundamente ver sufrir a alguien, aunque sea por una tontería suprema, no puedo. Esto ya os lo he dicho otras veces, pero desde que soy madre, menos aún.
Os escribo ésto después de ver las noticias donde una vez más nos muestran al detalle la catástrofe de Haití.
No quiero escribir de Haití, pero sí aprovecho para contaros que se me desgarran las entrañas al ver algo así. No es sólo este país entre escombros el que me produce este desconsolado llanto, este hecho es un resorte más que me devuelve a la cruda realidad del sufrimiento humano.
Ya os he contado alguna vez sobre el
blog de Hernán Zin que leo muy de vez en cuando, si os acercáis por él, comprenderéis por qué le leo tan solo a veces. Soy consciente que las atrocidades, las injusticias, la devastación ... no sólo ocurren cuando salen en la televisión.
Sé que en cualquier parte del mundo e incluso ahora mismo hay madres que están perdiendo a sus hijos por el hambre, hombres apaleados o mutilados, mujeres violadas, familias masacradas... y me duele profundamente.
Siento que hemos fracasado como especie.
Porque no es casualidad que las mayores desgracias sucedan en los sitios más desfavorecidos.
Porque somos fichas de ajedrez sin nombre y en manos de un sistema que nos tira las migajas al suelo para que no veamos lo que tenemos delante.
Y ya véis, me creo afortunada porque mi hijo está sano, come a diario y tiene un techo en el que resguardarse. Sí, vivo con
esa falsa sensación de bienestar que siento y que es sólo producto de haber tenido la gran suerte de haber nacido aquí. Ya véis, suerte.
Afortunada por formar parte de ese grupo en el que el bienestar individual prima sobre el resto, de ese grupo que se reconforta enviando ayuda humanitaria para parchear su conciencia.
Soy consciente que habrá otro Haití, igual que hubo un Tsunami en Indonesia...
y soy consciente que después de ésto todo seguirá igual, las mismas desigualdades sociales y los mismos intereses políticos o económicos a los que les favorecen la existencia de estas desigualdades y vuelta a empezar... hasta la próxima.
Ya no espero ese cambio que resquebraje los cimientos sociales. Lo único que se resquebraja es un mundo desprotegido porque está en nuestras manos.
Y mientras tanto, vivo en la inopia contentándome con que mi hijo se duerma cada noche con una sonrisa en los labios.
Pues eso, suerte.

7 comentarios:

Melisa dijo...

Amen

Sunny dijo...

Si amiga mía.
Yo veo a esa gente que lo deja todo y se va a ayudar en lo que puede y me siento una cobarde,pero también podemos ayudar desde aquí a las personas que están más cerca.

Ayudo a una señora tres veces por semana y, aunque no le falta nada económicamente, a nivel emocional está sola(su único hijo se ahogó en la playa a los 15 años y su marido se murió hace 4)su familia no la aguanta, es verdad que la señora es un poco...especial(yo misma lo he sufrido) pero también intento ponerme en su lugar y sé que necesita cariño y eso puedo dárselo.

No será lo mismo.Esa pobre gente lo ha perdido todo e incluso la vida sólo por haber nacido donde lo han hecho,pero ante eso no podemos hacer nada, o sí, intentar con nuestro granito de arena ir construyendo un mundo mejor.
No lo veremos, pero quizá lo consigamos.

Besitos con sabor a sal.

Chelo dijo...

Hola ciudadana, comparto contigo el no poder soportar el dolor ajeno, también me supera, pero es inevitable. Y si, también se me ha agudizado desde que soy madre, el sentimiento de “yo por él/ella” sin dejar de ser catastrófico y dramático, se despierta el día que ves la cara de tu primer hijo/a, creo que es la muestra más fuerte de la insoportabilidad del dolor del otro.

Isa dijo...

No puedo evitar llorar cuando veo sufrir a alguien. No tengo hijos. Me ha pasado siempre. Solo de imaginarme a alguien sufriendo lo paso mal, pero no creo que hayamos fracasado como especie. Y que haya gente como tú que se conmueve con el sufrimiento ajeno como si fuera el suyo no hace más que confirmarmelo.

LUCIA-M dijo...

Que razón tienes querida amiga..
Felicidades por ese corazón tangrande que tienes.
Besos y cuida que la sonrisa de tu niño nunca se pierda.

angelito dijo...

Te leí el otro dia, y no supe que poner ciudadana, ahora tampoco, el dolor es horrible, el ajeno malo y el de los tuyos insoportable.

Poco más puedo decir.

Merce dijo...

Es díficil cambiar todo, pero yo quiero creer que si educamos a nuestros hijos en el respeto, en la solidaridad, en el cuidado del medio ambiente ... algo cambiará, algún día

Creo que aunque la crisis nos esté apretando, todos hemos colaborado un poquito y eso ya es mucho