Son las 7.30 de la mañana del domingo, fuera de mi cama se alzan dos manitas que agarran mis párpados y los abren de par en par. El enano quiere levantarse y cuando QUIERE levantarse, HAY que levantarse. No me peino, no desayuno, no reacciono...
Salgo a la calle media hora más tarde con el peque. Creo que aún no ha amanecido completamente, creo que aún no han puesto las calles.
Veo a una amiga, no, a una conocida, amiga de una amiga de una amiga de mi madre, edad aproximada: 60 años. "¿Me está hablando desde el otro lado de la acera a 50 metros?" sí, me está hablando. Se me acerca: "ay Dios! si casi llevo el pijama puesto". Sí, definitivamente se me acerca. Extiende su mano hacia mi hijo, acerca sus dedos hacia su moflete, engancha el carrillo de su carita, menos mal que su piel es joven y flexible... El peque se aparta automáticamente y hace lo que hace siempre con gente que no reconoce, se esconde detrás de mi. La amiga de la amiga, de la conocida de la amiga de mi madre, insiste, quiere atacar al moflete de nuevo, es más, quiere que mi hijo le de un beso y un abrazo...
-"¡Qué niño tan huraño!" -me dice ella.
-"Pues no, es que no son horas señora"- pienso yo.
Parece que ella cambia de víctima, y ahora me mira a mi, me mira a mi fíjamente, de arriba abajo.
-"Son las ocho de la mañana y he salido a la calle directamete como he salido de la cama, ni me he peinado, ni me he lavado los dientes, ni me he maquillado y hasta casi me pillas con las pantuflas de estar en casa"- vuelvo a pensar yo. Se hace un silencio incómodo. Se acabó el silencio, toma aliento y me acribilla a preguntas a las que no puedo contestar, no me da tregua alguna:
-"Uy, qué prontito estás de paseo ¿no?"; "¡Qué!, hijo, ¿te lleva mamá tan temprano a ver a los abuelos?, claaaaaro, a ver a los abuelos, les echarás de menos, como estás siempre con ellos";" Y ¿tu marido? ¿no te acompaña? Por cierto, ¡qué poco le veo!" ;"Oye, qué niño más alto tienes ¿a quién se parecerá?" "Oye, y qué guapo es, no se parece nada a ti, espera, me recuerda a tu hermano cuando era pequeño"
La sangre empieza a hervirme dentro de las venas, más aún, creo que ella lo está notando, está notando que la cabeza me va a salir volando por los aires, estoy a punto de escandalizarla con una respuesta contundente... Pero algo me hace cambiar, una pequeña paz interior, un diminuto ángel se me coloca al lado del hombro y me susurra "no merece la pena", y no hago nada. Sonrío, sonrío ampliamente a esa señora que ha decidido arruinarme el domingo, que ha decidido que llegue tarde a comprar churros con mi hijo a las 8 de la mañana, y me sale una voz melosa, azucarada y condimentada y le contesto con otra pregunta:
"Perdona, ¿nos conocemos?"
Y me marcho con el peque de la mano y sin decir adiós.
Hoy me he ganado el premio a Miss Simpatía.
4 comentarios:
Ese si que es un momentazo. Hay gente que sin querer (o si) te puede agriar la mañana. Vaya bruja!
En fin...Qué tal los churros?
Jajaja!
¿Los churros? Aceitosamente deliciosos...
Buenas respuesta. No había otra mejor :)
Si es que Espanya es asin... Y no te creas que luego se echa de menos... yo a veces iba por la calle así mirando al vacío y pensando: que estará haciendo ahora la cotilla de mi barrio... :-)
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